Responsabilidad emocional; Que tus traumas te sumen y no me resten

Vivimos en una era en la que, afortunadamente, estamos aprendiendo a tomar consciencia de la importancia de la validación de los sentimientos y emociones tanto propios como ajenos. A medida que evolucionamos como sociedad, entendemos mejor que nuestras emociones son fundamentales para nuestra salud mental y nuestro bienestar general.

 

Las generaciones anteriores, en su mayoría, crecieron con la idea de que había que seguir hacia delante sin detenerse demasiado a reflexionar sobre lo que sentían. Un enfoque simple “Lo que pasa, pasa”, y no había espacio para el impacto emocional de los acontecimientos del día a día.

 

Nosotros, en cambio, hemos aprendido algo valioso: para llevar una vida equilibrada y plena, necesitamos hacer una pausa, pensar y, sobre todo, sentir. Es fundamental detenernos de vez en cuando para reflexionar sobre cómo nuestras experiencias nos afectan emocionalmente. Solo así podemos ser más conscientes de cómo nuestras emociones influyen en nuestras decisiones y en nuestra forma de relacionarnos con el mundo.

 

 

Vivir por inercia, sin cuestionar lo que sentimos, solo nos lleva a arrastrar emociones no resueltas que, tarde o temprano, nos pasan factura. Por eso, en lugar de vivir desde el piloto automático, debemos aprender a sentir y a gestionar nuestras emociones de forma activa. De este modo, nuestros traumas y dificultades emocionales no se convierten en cargas que nos resten, sino en lecciones que nos suman y nos permiten crecer.

La responsabilidad emocional

La responsabilidad emocional es el acto de cuidar y gestionar nuestras propias emociones de manera consciente y madura, en lugar de esperar que otros lo hagan por nosotros. Esto significa que, cuando sentimos algo como tristeza, enfado o miedo, somos los encargados de entender porque lo sentimos y gestionarlo de una forma sana.

 

Todo lo que sentimos en válido, pero ¿Cómo lo manejamos? La manera en la que enfrentamos nuestros problemas emocionales tiene un impacto no solo en nosotros, sino en quienes nos rodean.

 

Un claro ejemplo viene cuando nos enfadamos con alguien, o simplemente cuando ya estamos enfadados por otro motivo y una conversación te genera volcar todo ese enfado que llevabas arrastrando, pero que inicialmente, no nació con esa persona. La responsabilidad emocional no es culpar a esa persona, sino reconocer que eres tú quien está sintiendo esa emoción y buscar formas de manejarla, como, por ejemplo, respirar y meditar antes de realizar una contestación. Nuestro sentimiento de enfado es válido, pero en nuestra mano está el como se lo vayamos a trasmitir a esa persona y si creemos que es justo lanzar sobre ella todo el peso de ese sentimiento.

 

 

Validar nuestros sentimientos nunca puede llevarnos a invalidar los de la persona que tenemos delante.

El poder de transformar el sufrimiento en aprendizaje

No podemos evitar sentir dolor, tristeza, frustración… Pero si podemos decidir como eso nos afecta. Convertir nuestros desafíos emocionales en lecciones es una forma de crecer sin que nuestros problemas resten a los demás.

 

Como explicaba anteriormente, en ocasiones, cuando estamos pasando por un problema personal x, sin querer acabamos proyectando nuestra frustración en los demás, o viceversa, absorbemos ese sentimiento cuando la situación la está viviendo otra persona. Nuestra responsabilidad radica en saber que no tenemos derecho a dejar que los problemas ajenos nos absorban, ni dejar que nuestros propios problemas pesen a los demás sin razón.

 

No se trata de ocultar lo que sentimos, sino de comunicarlo de una manera constructiva, desde la rabia nunca se llega a ningún lado, el dialogo en cambio, desde un punto de serenidad, nos hace ganar mucho más. Hablar con quienes nos rodean desde el respeto y la empatía nos ayuda a liberar nuestras emociones sin que ellos se vean afectados negativamente.

 

 

Gestionar nuestras emociones también implica cuidar de nosotros mismos. Cuando nos damos tiempo para sanar, reflexionar y cuidarnos, podemos enfrentar los problemas con mayor claridad y sin trasladar esa carga emocional.

Consejos prácticos

1. Cambia tu perspectiva: De victima a protagonista

A menudo, cuando enfrentamos situaciones dolorosas, podemos sentirnos víctimas de las circunstancias. Este rol de "víctima" nos hace sentir impotentes y nos mantiene atrapados en la frustración. Pero, si adoptamos una mentalidad de protagonista, podemos ver los desafíos como una oportunidad para tomar el control de nuestra vida emocional.

La próxima vez que enfrentes una situación difícil, pregúntate: ¿Qué puedo aprender de esto? En lugar de enfocarte solo en el sufrimiento, trata de encontrar algo en lo que puedas mejorar.

 

2. Acepta la emoción sin juzgarla

Las emociones son naturales y válidas, y en vez de reprimirlas o tratar de ignorarlas, es importante permitirse sentir. Cuando reprimimos nuestras emociones, estas tienden a acumularse y pueden manifestarse de maneras más destructivas más adelante. Aceptar y sentir lo que estamos viviendo es el primer paso para transformar el sufrimiento.

 

Cuando sientas una emoción difícil, date permiso para experimentarla sin juzgarla. Si te sientes triste o enfadado, acepta que está bien sentirse así y tomate un tiempo para ti mismo para procesar esos sentimientos.

 

3. Práctica el desapego, no te identifiques con el sufrimiento

Una de las trampas más comunes es identificarnos completamente con nuestro sufrimiento, creyendo que "somos" nuestra tristeza, frustración o enfado. Sin embargo, es fundamental recordar que las emociones son transitorias y no definen nuestra identidad. El desapego emocional no significa ignorar o reprimir lo que sentimos, sino entender que el dolor no es algo que "somos", sino algo que experimentamos en un momento dado.

 

4. Aprende de tus errores

Los errores o dificultades son una gran oportunidad para crecer. En lugar de verlos como fracasos, puedes verlos como peldaños para mejorar. Cada error nos enseña algo valioso si estamos dispuestos para aprender de el.

 

Para concluir podemos tener claro que la responsabilidad emocional nos empodera, la responsabilidad no significa suprimir o ignorar esas emociones, sino tomar el control sobre como manejarlas. Al ser conscientes de lo que sentimos, podemos decidir de manera consciente y activa, como responder ante ello, en lugar de dejar que esas emociones nos controlen. Esto nos empodera porque nos permite enfrentar nuestros problemas con madurez y nos da herramientas para transformarlos en oportunidades de crecimiento.

 

 

El manejo responsable de nuestras emociones también implica cuidarnos a nosotros mismos. El autocuidado emocional es crucial para evitar que nuestras emociones nos desborden. Practicar la autorregulación, reflexionar sobre nuestros sentimientos y, cuando sea necesario, pedir ayuda profesional, son pasos clave para mantener nuestra salud emocional. Esto nos permite ser más equilibrados, tanto en nuestras relaciones con los demás como en nuestra relación con nosotros mismos.

 

Olaya Martínez Gil

Psicóloga en Valencia

Escribir comentario

Comentarios: 0

Formación:

 

Nº de Colegiada CV-13970