Siguen pasando las semanas y con ellas miles de sentimientos y emociones acompañan a Paula en el camino hacia la Maternidad.
A pesar de encontrarse feliz y realizada cumpliendo un sueño, hay momentos en los que resulta inevitable hacerse preguntas entre las que no faltan: ¿Me habré equivocado? ¿Era esto realmente lo que quería vivir en este momento?
Preguntas seguidas, inevitablemente, por una tremenda culpa.
El acompañamiento emocional durante el embarazo pretende precisamente dotar de paz estos tormentosos momentos que pueden generar malestar en la mamá.
Paula, es precioso poderte acompañar en este camino de aprendizaje y crecimiento... tu bebé cada día más cerca y tú, perdiendo el miedo. Abrazando la vida.
Espera un momento... ¿Qué es todo esto?
Semanas de absoluta transición, casi mutación… metamorfosis vamos.
¿Es esto lo que quería realmente? ¿Me apetece seguro vivir esto? ¡Hola de nuevo culpa! Mi hijo sintiendo las dudas de su madre, de si me quiere o no me quiere, como si fuera una margarita y una escena de dibujos animados. ¿En qué estás pensando Paula? Pues no lo sé. Voy caminando, dando pasos y, con cada paso, un nuevo miedo.
Como os conté en el último post, no sentía el vínculo con mi bebé, y ya no sabía si era normal o no. He contactado con otras mamás, y parece ser que a cada una le nace ese sentimiento en un momento u otro, a algunas, hasta semanas después del parto. Pero no me quedo tranquila. Me toco la barriguita, le noto moverse (no para el tío, es un bailarín), he sentido hasta cuando tiene hipo. Le hablo, le canto, para favorecer el tan nombrado vínculo, y muy poco a poco, parece que va apareciendo.
Si seguimos hurgando en qué sentimientos estoy experimentando estos días, se lleva la palma uno de ellos: “miedo a parir”. Sí, soy una mujer, mamífera y absolutamente preparada y diseñada para vivirlo y llevarlo a cabo, tanto yo, como mi bebé. Pero, ¿y todo lo que conlleva un parto? Posibles cesáreas de urgencia, dolores muy intensos en cada contracción, puntos o grapas, episiotomías a veces esenciales, y el postparto. ¡Qué miedo me da el postparto! No dormir más de una o dos horas seguidas, con el pecho adolorido, puntos (o sin ellos) que producen dolor en zonas en las que apenas nunca se siente dolor, sentirme sola en ese momento (aunque dándole realismo a la situación, sé que eso es imposible porque estoy muy bien rodeada).
En la última revisión me dijeron que era algo pequeño, y eso me asustó un poco, aunque por otro lado, despertó un nuevo sentimiento hacia él. No puedo ponerle nombre a esa sensación, sólo sé que quiero que no le pase nada, que se encuentre bien él aunque yo no. Desde ese día le hablo con frecuencia, le repito lo bien que lo está haciendo y, que aunque a veces me agote y quiera tirar la toalla, forma todo parte del proceso que estamos viviendo, y lo estamos haciendo juntos. Sin embargo, a causa (hipotéticamente) de la ansiedad que he estado viviendo estos últimos días, se ha desencajado de la pelvis. No está sentado, pero sí se ha subido, supongo que lo que siente es: “mamá tranquila, que si tienes miedo a parir, no parirás; la vida da miedo, la vida pone nervioso, la vida da ansiedad; la vida es mala”.
Por tanto, y aunque cada vez cueste más porque las hormonas te atrapan, he vuelto a poner consciencia a todo esto, me he sentado, meditado y recolocado. Y en esas estamos. Perdiendo el miedo, abrazando a la vida.
Escribir comentario