Hace unos días compartía con vosotros la primera parte de la bonita historia de "E" y su camino hacia la maternidad.
"E" fue paciente mía durante un período muy importante de su vida y, tras la tempestad y con el trabajo oportuno de por medio, se decidió a contarnos su historia de primera mano. Sin tapujos, con sus luces y sus sombras, "E" ha querido contarnos todo lo que ha supuesto para ella formar la familia de la que hoy puede presumir.
La historia de "E" es de esos casos que sorprenden y gracias a los cuáles mi profesión cobra más sentido si cabe. Una prueba y una muestra clara de que existen casos en los que la vida se abre paso. Un rayo de esperanza...
"Gracias por tu generosidad y gracias por compartir una parte tan importante de ti"
Comienza la Aventura de Ser Padres
A los pocos días fuimos de nuevo a la clínica, estaría de unas seis semanas, nos hicieron la primera eco. De los dos que nos habían colocado sólo se había enganchado uno. Oímos perfectamente su corazoncito latir con fuerza, la piel se me erizó y unas lágrimas rodaron por mis mejillas. Lo recuerdo perfectamente nueve años después (creo que hoy hace 9 años de ese momento). Pero todo no iba a ser ni tan bonito ni tan fácil....junto al embrión había un hematoma subcoriónico y había que guardar reposo para que se reabsorbiera....
Estuve tres semanas del sofá a la cama de la cama al sofá, por supuesto sin trabajar. Pasadas tres semanas volvíamos a tener eco ya con mi ginecóloga y gracias a Dios el coágulo había desaparecido. Por si acaso seguí de baja todo el primer trimestre. El resto del embarazo no tuvo demasiados sobre saltos, más allá de una patada voladora de un alumno que hizo que me volviera a coger la baja. Y en junio de 2010 después de un parto de 15 horas esta mamá primeriza tuvo a su primer retoño: D.
Empezábamos de verdad la aventura de ser padres porque por más que hubiéramos leído durante el embarazo la realidad era otra muy diferente. Lo disfrutamos mucho, tuve mis ratos de llorar, de reír, de pensar ... "si vuelvo a ser madre esto no me pasara" ... y de la experiencia he ido aprendiendo. Porque después de todo me doy cuenta de que en la vida todo son aprendizajes, y yo no dejo de aprender.
Hasta aquí quitado de algún contratiempo la cosa no había sido muy difícil, en comparación con otras parejas. Nosotros no tuvimos casi que esperar y encima me quedé embarazada a la primera.
¿Qué tal si vamos a por el Segundo?
Pasado un año decidimos volver a intentarlo, nos quedaba un congelado.
Tuvimos que cancelar unas vacaciones porque nos iban a hacer el tratamiento en verano. A finales de julio de 2011 me transfirieron mi baby ice y el día de mi cumple me enteraba que la beta había sido positiva. ¡Menudo regalo para celebrar los 31! Aunque ... no tenía ni idea de lo que se avecinaba.
En teoría un embarazo normal, por supuesto con sus pinchazos reglamentarios, óvulos vaginales (asquerosillos hasta la semana 12), pero todo bien. Fuimos a la eco de las 12 semanas y allí empieza lo peor. También un 10 de octubre (no era consciente hasta ahora que lo escribo de que todo pasaba en estas fechas). Nos dicen que parece que el bebé tienes los pies zambos y que puede tener algo más ... pero así todo muy cogido con hilos. Yo soy maestra de educación especial y los “parecen” no están en mi repertorio. O es o no es. Me venían a la mente todos los alumnos/as del centro que asociado a su discapacidad tenían de fenotipo pies zambos y en ese momento supe que algo no estaba bien.
Entonces empezaron las pruebas, el tiempo iba pasando... teníamos que esperar a los resultados del triple screening: todo OK. Me repitieron otra vez la eco a las 14 semanas esta vez con otra ecógrafa con mucho más tacto, profesionalidad y empatía. La doctora M.I. Por aquel entonces aún no sabía que se iba a convertir en un ángel para mí.
Ella veía que la cosa no iba bien: pies zambos, mentón hacía atrás, tamaño de los huesos... Me recomendó un análisis de las vellosidades coriónicas que se puede hacer antes que la amniocentesis y tiene resultados semejantes y estaba dentro del tiempo para poder hacerla. Hubiera deseado que en aquellos resultado hubiera puesto es “X”... pero no era así ... Todo lo que se podía ver estaba bien, pero aún así la doctora seguía viendo cosas que no le gustaban.
Ella todo el rato nos hablaba de que pensaba que era una displasia campomélica pero que no se podía detectar al 100% con nada antes del nacimiento.
Empiezo a leer y el mundo se me cayó a los pies ... yo mejor que nadie sabía lo que es vivir con personas con discapacidad. Lo veo día a día en mi trabajo: familias que lloran, que se desestructuran, que tienen que dejar su trabajo para ir a pruebas, terapias, controles… que lo sobre llevan cada uno a su manera...
Cualquier discapacidad cambia la vida de la persona y de las personas que les rodean, hay muchas con las que yo sé que aun con dolor podría vivir, pero con un bebé enchufado a una máquina para respirar, comer, con constantes ataques de epilepsia, inconsciente en muchas situaciones... y otro bebé de un año que tenía en casa… NO.
En ese momento con todo el dolor de mi corazón y en mi alma (aún hoy me vienen las lágrimas a los ojos, pero de una forma diferente sabiendo que hice lo mejor para mí y mi familia) decidimos interrumpir el embarazo. He puesto decidimos, aunque me ví tan sola en este proceso…
Mi ginecóloga se desentendió, su código deontológico no le permitía practicar abortos. Ayudamos a nacer... pero a veces también hay que ayudar a morir...
Mi moral cristiana también me atormentaba, ¿estaré tomando una buena decisión?... y la respuesta siempre me llevaba a un SI.
Ángeles en la tierra
Bueno desde mi compañía médica me mandaban a Madrid... ¿Cómo a Madrid, con mi hijo de un año aquí, lo duro del proceso y tener tres horas de viaje antes de llegar a mi casa, a mi seguridad?
Me busqué la vida y decidí ir a una clínica de Valencia. Por supuesto que A. (mi marido) estaba desparecido en todo este proceso y lo que conlleva: llamadas, información... a fecha de hoy no sé si se bloqueó o qué fue lo que le pasó, pero era que como que todo aquello no iba con él. Menos mal que estaba mi madre, que sin entender nada me acompañaba, me daba la mano, me limpiaba las lágrimas antes de recoger las suyas... pues ella también sufría de verme a mi.
En esta clínica vinieron miles de preguntas: a ver señores no se dan cuenta de que yo lucho por ser madre, no me he quedado preñada involuntariamente con un condón roto, ni por equivocación... quería ser madre. Con cada persona que hablaba: trabajadora social, enfermera, ginecólogo... otra vez a contar la misma historia.
Justo estando allí recibo una llamada de mi ángel diciéndome que en la IVE tendrán que recoger una muestra para hacer un estudio para determinar la causa y dar un diagnóstico. Sobre todo de cara a futuros embarazos. En la clínica me explican el proceso y me dicen que allí no van a recoger nada que el protocolo es el que es y punto... una carnicería... ¡Otra vez a llorar! Yo sólo quería que todo el sufrimiento nos sirviera para saber qué tenía el bebé y si nosotros éramos portadores porque si era así el deseo de ampliar la familia se paraba.
Al final recibo otra llamada de mi ángel que me dice que ingrese en el hospital X y que ella me lo practicaría. Ella no era mi ginecóloga, y aún así fue mi luz en un momento de oscuridad. Mil gracias...
El día de la intervención era como volver a parir, pero en lugar de un bebé de 3 o 4 kg tenía que expulsar un trocito de gramos, pues ya estaba de 17 semanas y no era un legrado y ya está. En el momento del expulsivo me derrumbé, no pude más y tuvieron que sedarme... no ví nada.
Pasadas unas semanas nos los confirmaron: displacía campomélica. Por tanto, teníamos que hacernos un estudio genético para ver si éramos portadores o descartar que hubiera sido una mutación genética. La lotería no me iba a tocar pero esto había sido así. 1 caso entre 8000 nacidos porque muchos no acababan el periodo embrionario. Nos hicimos el estudio genético y todo salió bien.
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