Creo que uno de los grandes trabajos pendientes del ser humano, en general, es conseguir vivir en el momento presente. Vivir en el tan mentado “Aquí y Ahora”.
Se nos pasan los días constantemente preocupados por el qué será después, qué vendrá mañana, qué pasará luego… curioso y poco adaptativo teniendo en cuenta que lo único con lo que verdaderamente podemos contar es con el ahora.
En muchas ocasiones incluso, no nos permitimos disfrutar del momento presente ni sacamos el máximo provecho de él precisamente por tener una mente viajera en el tiempo y que no es capaz de fijarse en las oportunidades que tiene delante, justo en este momento.
La realidad es... AHORA
Nacemos y queremos ser niños grandes, somos niños grandes y queremos ser mayores, cuando somos mayores anhelamos tener pareja, después de ello casarnos, una vez casados hay que tener hijos, después quieres que los hijos se hagan mayores e independientes, después jubilarte… y así, incesantemente quieres cosas que están en un futuro y las ansías ya.
¡STOP! ¡Qué forma tan rápida de consumir la vida con lo corta que es! Señores, solo tenemos una… ¿Por qué no la paladeamos más? ¿Por qué no andar cada paso en el camino siendo conscientes de dónde ponemos el pie, hacia qué dirección caminamos o si estoy pisando suelo llano, arena o piedra?
Hay tanto por hacer ahora que resulta una verdadera pérdida de tiempo y un profundo desgaste andar pensando qué será después. Es necesario y buen hábito fijarse metas, tener proyectos, ideas e ilusiones, pero la forma saludable de hacerlo es ponerlos, ser capaces de vernos allí y soltar el control. Hemos de ser capaces de confiar en que la vida te va a ir presentando las oportunidades necesarias para llegar hasta tu meta. Y en la primera persona que has de confiar para lograrlo es en ti mismo/a.
Considero que nuestra intensa necesidad de control y programación viene fundamentada precisamente en la desconfianza en la vida, por descontado, pero sobretodo en la desconfianza en nuestra propias capacidades y la sensación de no merecimiento. Y finalmente, en el miedo a que aquello que tanto soñamos… nunca llegue. Todo ello reúne la combinación perfecta de factores que nos llevan a vivir con auténtica impaciencia. Estamos enfermos de impaciencia.
Quizás sea la propia sociedad la que nos impulsa a ir a tales velocidades, quizás sea eso lo que nos hace creer una y otra vez que nos quedamos sin tiempo. No lo sé. Lo que sí sé es que la vida es hoy y que con ello podemos hacer grandes cosas.
“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte” I. Kant
Olaya Martínez Gil
Escribir comentario